Pocos dicen tu apellido
nos bastaba con tu nombre
estabas a nuestra altura
entendías el dolor, la alegría;
la memoria herida, la duda,
y elevabas nuestras vidas
haciendo literatura.
Hoy no lloro por tus letras,
tus escritos, tu legado,
esa estela de tu vida
que perdurará en el tiempo,
que estará siempre a mi lado.
Hoy lloro porque tu voz
cálida y confortable
se ha transformado en silencio;
lloro porque tu cuerpo
rotundo, apacible, tierno,
no será más la presencia
sino el vacío intangible.
Almudena, tú vivías la conciencia
de la vida plena y grande;
los dolores y alegrías, el refugio,
la orfandad, la pasión, la mezquindad,
la memoria, la esperanza,
la luz y la oscuridad.
Lloro tu falta de ser,
de acompañar, de querer;
tu gran generosidad
truncada sin compasión.
Tu ruido fundamental
suena claro en mi memoria
y tus lecciones de historia
trascienden tu funeral.
Sé que muchos no te amaban
por tu palabra sincera,
pero su versión ya nunca
parecerá verdadera.
Verdadero es el dolor
de quienes te despedimos
con el corazón helado
y aprendemos a vivir
sin tenerte a nuestro lado.

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