ESPAÑA Y LOS CAMBIOS
Tal vez haya países o colectivos en los que cambiar no dé miedo. Se trata de grandes cantidades de personas vinculadas por alguna relación o territorialidad, en las que hay un número significativo de integrantes que toman decisiones parecidas en períodos determinados. Es claro el ejemplo de las migraciones masivas. Actualmente todos los países en conflicto bélico, crisis prolongada social, económica o climática, ven cómo sus habitantes abandonan lo poco que tienen y buscan la supervivencia más allá de sus fronteras. España tiene en su currículo la gran evasión hacia lo desconocido pero esperanzador que fue la conquista de América, y en el último siglo la masiva emigración de los años 40 y 50.
Eso será seguramente porque con el cambio esas personas tienen POCO O NADA QUE PERDER. Motivar para el cambio, a quien no tiene nada que perder, es fácil. Lo contrario es muy difícil. Para el caso de los que sí tienen algo que perder, lo fácil es motivarlos para recuperarlo cuando se les hace ver que lo han perdido.
Todos los emigrantes sueñan con volver a sus lugares de origen, a condición de que en ellos sea posible “recuperar” lo único que perdieron: su entorno físico de crianza, su “identidad cultural básica”, su contexto cultural y sus tradiciones originales. Esos “intangibles” que no sirven a la supervivencia ni al sustento, y sin embargo poseen una fuerza y una presencia constante en las vidas de todo ser humano. Cuando esas tradiciones que configuran la identidad sufren el ataque o desprecio de otros colectivos se producen espontáneamente reacciones simultáneas de defensa en todos los afectados, y llegan a declararse guerras abiertas. Por ejemplo, nuestra guerra de la Independencia.
El apego a esas formas de expresión culturales que se formulan en colectividad, las tradiciones, las costumbres ligadas a los lugares y los tiempos, a las etapas de la vida, tienen una importancia decisiva en la toma de decisiones de diversas cantidades de individuos que las toman en momentos determinados de forma personal, pero que se parecen como gotas de agua tanto cuando son lloviznas tanto como cuando son aguaceros o tempestades. Por ejemplo, en las elecciones democráticas.
Con respecto a la Guerra de la Independencia, en la resistencia al dominio y cultura francesa que significó la invasión de un ejército pacífico pero extraño, cuando Napoleón intentó hacer ver al pueblo español que nuestro rey no era lo que nos merecíamos, contestamos con un levantamiento que decía: “es un malísimo rey, pero es nuestro rey”. PARA RECUPERAR SU IDENTIDAD, LOS ESPAÑOLES DEL 2 DE MAYO DE 1808 SACRIFICARON SU BIENESTAR DESATANDO UNA GUERRA, PERO, ADEMÁS, ACEPTANDO Y ACLAMANDO A FERNANDO VII, QUE ERA EL PRINCIPAL CAUSANTE DEL DESASTRE.
Con respecto a las elecciones democráticas…en un momento en que algo sobrevenido sin causante aparente, como es una pandemia, que obliga a renunciar a tradiciones, costumbres, usos y abusos de la libertad, responsabilidades comunes poco ejercitadas hasta entonces, difíciles de encajar en la vida cotidiana, etc., y contando con un perfecto remedo de Fernando VII al frente de la vida de muchos ciudadanos afectados, que sabe cuánto añoran esos ciudadanos la vuelta a sus costumbres, tradiciones, usos y abusos de libertades teóricas o reales, retóricas e inmateriales o contundentes y vitales…
LOS MADRILEÑOS DEL 4 DE MAYO DE 2021, ELIGIERON A SU LIDER PROMISORIA DE LA RECUPERACIÓN DE SU VIDA ANTERIOR, DE SU PAZ Y, SOBRE TODO, DE SU IDENTIDAD…
El cambio fue “volver a lo de siempre” porque “lo de siempre” merece cualquier sacrificio, incluido el de la propia libertad.


