mi tesoro

  Confieso que me gusta la serie televisiva «This is us» («Esto somos nosotros»). No solo me entretiene y me relaja ver una serie en la que no hay violencia, manipuladores psicópatas,  corruptos o mafiosos (para ver todo eso tengo las noticias de la vida real y me sobra, no necesito la ficción ) sino que es una serie que trata un tema muy importante para mí, y lo ilustra muy bien: en EDUCACIÓN, hasta los mejores padres METEN LA PATA, COMETEN ERRORES. 

Conozco por mi profesión y fuera de ella abundantes casos de personas a las que un rasgo de personalidad (o más de uno) le cuestan repetidamente a lo largo de sus vidas contrariedades diversas, tanto en el ámbito social como en el laboral, familiar, afectivo o de la propia imagen, en la que los interesados encuentran a menudo contradicciones inexplicables que les traen de cabeza o actitudes incorregibles cuyo origen ignoran, y que lastran sus posibilidades de plena realización y razonable satisfacción con su grado de felicidad (parto de la base de que la «felicidad» no es un estado permanente, sino fugaz y transitorio, pero cuya sensación es legítimo aspirar a conocer y experimentar con cierta frecuencia a todo el mundo). No son pocas las personas que, al percibir estas «distorsiones» de su modo de ser y sentir, acuden a psicólogos y terapeutas en busca de ayuda, pero son muchas más las que no lo hacen, y eso que me dejo fuera a las muchísimas más que ni siquiera se aperciben de que el «problema» está en su interior y se repite  tozudamente. Esas simplemente creen que el problema está «en el mundo y en los demás «. Dejémoslas a un lado por ahora. 

De las otras, las que sí son conscientes de sus rasgos «irregulares», y además piden ayuda, es de las que me interesa hablar aquí. No hay dos personas iguales aunque de nacimiento sean «gemelos» y de crianza sean «mellizos o siameses» porque en los rasgos del carácter también intervienen los genes y esos son individuales, de modo que  cada persona tiene ya su propio filtro para llegar a un resultado final propio y exclusivo, de configuracion de la personalidad. Quiero decir con esto que yo sé que de ese resultado final no es achacable todo al ambiente, a la educacion, a la familia. Sé que  en la misma familia, con la misma transmisión de valores y pautas educativas comunes, cada hijo será diferente. 

Pero yo quiero señalar aqui la enorme resistencia (que suele presentar una gran parte de las personas a las que me refiero) a admitir el hecho de que  ese rasgo de la personalidad con el que tropiezan una y otra vez, y que es a veces un obstáculo importante para su felicidad, tiene sus raíces y se debe «arrancar» o «superar» en la infancia, en la adolescencia, en su ambiente de crianza, habitualmente la familia, y por antonomasia, en los padres. Al mencionar a los padres, y atribuirles por ello algún comportamiento «fallido», surge potente la amenaza de la culpa por la «ingratitud» o la «injusticia» que supondrá inevitablemente hacerles RESPONSABLES de la propia desdicha, y automáticamente se levanta una fortaleza inexpugnable para su defensa. Es en ese momento cuando los interesados apelan al diferente resultado que con la misma educación obtuvieron hermanos o compañeros de generación.  

Al terapeuta puede llevarle varias sesiones (que pueden ser bastante costosas) hacer entender al interesado que si de verdad quiere dejar atrás para siempre su «problema» tendrá que realizar esa búsqueda en su pasado, que ha de hacerse y se hará con minucioso cuidado, y que en el momento de «extirpar» esas raíces, el terapeuta lo hará con precisión de cirujano y en condiciones de mínimo dolor, aunque inevitablemente habrá que «sufrir». Pero lo más importante que (a priori) necesita esa persona para aceptar someterse al proceso es lo que se ilustra tan bien en la serie THIS IS US: Admitir que  la causa de tus problemas se la DEBES a tus padres,  a tus educadores, no te obliga a CULPARLOS, sino a RESPONSABILIZARLOS. En ocasiones, como sucede en la serie, incluso será inevitable que sientas enojo y rabia contra ellos si su error fue una decisión consciente y meditada, que te causa un daño en el presente. Eso, si sucede, debe ser también incorporado al proceso de curación y superación del  conflicto,  sin tapujos ni medias tintas, sin dejar heridas mal curadas. Pero  en la mayoría de los casos, después  del enfado viene el «reencuentro» con los padres, con una calidad afectiva aún mayor que antes,  porque se constata,  también en la mayoría de los casos, que los padres actuaron con AMOR, plenamente convencidos de que eso que pensaban y hacían era realmente lo mejor que podían hacer por sus hijos. Asi se muestra en THIS IS US. 

Yo recomendaría a todo el mundo que se sometiera a este análisis,  por el bien de la felicidad de sus propios hijos…

Y eso que no he tocado la posibilidad de que los padres sufren a menudo trastornos de personalidad…

 

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