Cómo pasar de una plaza pública ruidosa a otra más amigable.

En este post queremos explicar a nuestros lectores del futuro las razones por las que hemos decidido dejar de estar en las redes sociales que hasta ahora convocaban de forma casi absoluta a todos nuestros familiares, amigos, conocidos y desconocidos.

El principio y fundamento

Cuando la adhesión a estas redes se difundió masivamente, había un clima social en el que las relaciones personales se habían vuelto un tanto infrecuentes si no se vivía en proximidad con los otros allegados, porque ya la población se había concentrado en ciudades con distancias importantes. Mucha gente se veía obligada a programar los encuentros con sus amigos y conocidos, como si de un evento extraordinario se tratara, porque en realidad lo era. Se elegían fechas significadas, aniversarios, bautizos, bodas, etc. y ahí se podía charlar largamente para ponerse al día mutuamente. Con suerte, los teléfonos móviles de la época tenían cámaras de calidad aceptable, y se podían compartir también imágenes, pero lo usual eran las cámaras digitales, en las que se podía prever y aceptar o descartar una fotografía de antemano. Una vez hechas, se compartían por internet vía mail. Y ya nos parecía bastante.
Pero entonces surgió Facebook, un invento de Mark Zuckerberg, para que los estudiantes de su facultad universitaria pudieran comunicarse entre sí con algo más que la posibilidad de compartir apuntes o notas de agenda, con imágenes, respuestas instantáneas, etc. Y la idea era tan buena que su expansión acabó por alcanzar al mundo entero en poco tiempo, y por desatar la proliferación de alternativas similares. Ya teníamos «redes sociales», una PLAZA PÚBLICA a la que acudir para encontrarnos los viejos conocidos, y para conocer además a los conocidos de nuestros contactos iniciales. A todos ellos dimos en llamarlos «amigos en la red». Y la cosa funcionó razonablemente bien los primeros años. Era interesante la cantidad de contenido que se podía compartir, recomendar, descubrir, comentar…teniendo en cuenta que las diversas redes, además, se especializaron en un tipo concreto de interacción y de contenidos, había redes para todo el mundo, para todo y en todo momento.

El desbordamiento

Hasta que nos volvimos adictos. Llegó la sensación de que si no estabas en una red social estabas en una cueva aislada. Que no podías dejar de estar ahí si querías seguir siendo un animal social, como corresponde a la naturaleza humana. Pero además, la multitud de interacciones dio lugar a que se formase lo que en la Plaza Pública física y real de los viejos tiempos habría sido un GRITERÍO, una subdivisión entre partidarios de diversas ideas, intereses, estilos de vida, opiniones políticas, tendencias culturales, etc. Es decir, una reproducción de la diversidad de opiniones que en la vida real son ancestrales, y a la vez una semilla para multiplicar esa diversidad hasta condicionar las actitudes y opiniones fuera de las redes. ¿Cómo podía ser que si algo se decía en una red social, tal vez por una sola persona, se convirtiese en «viral» (hemos desarrollado ese término para comparar la rápida difusión de un contenido con la que son capaces de desarrollar los virus en la naturaleza) ?

La respuesta es fácil. En esas PLAZAS PÚBLICAS no había regulación, orden de palabra, normas de comportamiento, restricciones a las faltas de respeto, las ideas, los objetivos o la veracidad de las informaciones. Sus propietarios ya no querían volver atrás, restar influencia social a sus productos. Y finalmente, les venía a convencer el descomunal incremento de sus riquezas económicas. Muchos analistas de la situación coincidían en afirmar que el problema para la gran masa mundial de «adictos» a las redes era que no había alternativa, y que, dado que estas suponen un claro alivio para uno de los peores males de nuestra civilización: la soledad, si no física, sí comunicativa, era muy difícil hacer que la población se volviera a sus cuevas y renunciara a las redes. Las personas necesitan comunicarse, compartir, expresarse con audiencia, intercambiar sus ideas, sus historias, sus opiniones sobre la vida política y social, sus incidencias vitales, sus sueños. Se acuñó la frase «todo el mundo está en _____________ porque todo el mundo está en ___________» (lector futuro, en el lugar de los espacios vacíos puedes pensar en cualquiera de las redes sociales.

La alternativa sosegada.

Logo Mastodon

Pero ahora sabemos que SÍ hay alternativas. Suficiente número de personas nos hemos trasladado a OTRA PLAZA PÚBLICA, otra red, en la que podemos movernos libremente de un grupo a otro, pero, como en la vida real, tenemos un RINCÓN FAVORITO, en el que se habla de lo que más nos apetece, donde compartimos intereses. Desde ese rincón vemos y nos comunicamos con los otros grupos, a los que podemos también desplazarnos si queremos, pero los rincones y temáticas no se entremezclan haciendo RUIDO. Cada grupo mantiene siempre una conducta acordada por unanimidad para que la comunicación sea respetuosa y pacífica, sin altercados ni hostilidades manifiestas. Cuando alguien rompe esa regla hay un moderador responsable que controla los excesos y puede expulsar a los «indómitos» de la conducta. Y ese moderador no es el dueño de los bancos, mesas o materiales con los que podemos reunirnos cómodamente, o sea, del «servidor» de la red social en cuestión. Ese moderador es un administrador que está comprometido con los otros administradores, de los otros servidores, a mantener a su vez ese clima de tolerancia y respeto básicos en TODA LA PLAZA, que en realidad es una construcción de los usuarios. Los de todos los grupos, todos los rincones, todas las conexiones. Es una verdadera PLAZA PÚBLICA. Es la que nosotras hemos elegido. Es MASTODON.ORG.

Aquí puedes ver cómo intentamos compartir con nuestros contemporáneos el traspaso de las antiguas redes a la que nosotras hemos elegido: Cómo pasar a la red social Mastodon.

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